Generación nacida en la década de 1960 en China: entre la desilusión y el despertar

La generación nacida en la década de 1960 en China creció en un contexto marcado por la agitación política, la pobreza y la transformación social. De niños, muchos escuchábamos relatos sobre “recordar el pasado amargo y pensar en el presente dulce”. También lloramos en silencio la partida de figuras históricas que marcaron el rumbo del país.
Con la llegada de las reformas y la apertura, el mundo occidental, antes lejano y misterioso, comenzó a hacerse más visible. A través de libros, películas y música, Occidente se convirtió en una referencia de modernidad y libertad. Así, nuestra generación fue arrastrada por la ola de la “occidentalización total”. Los ideales ardían con fuerza, aunque no siempre supimos hacia dónde dirigirnos.
Muchos decidimos emigrar. Solo al vivir en el extranjero, bajo otras reglas, comenzamos a cuestionar nuestra verdadera identidad. Conceptos como “Sr. Ciencia” y “Sr. Democracia” empezaron a parecernos ajenos y menos fascinantes. Durante la pandemia, este sentimiento de extrañeza y desilusión se profundizó. Lo que antes admirábamos, ahora nos resultaba opaco y distante. Esta reflexión es compartida por la mayoría de la generación nacida en la década de 1960 en China que vive fuera del país.
En nuestra juventud, viajar al extranjero no era solo una búsqueda de riqueza. Era una aventura idealista. Creíamos sinceramente que Occidente representaba la “civilización moderna”: libertad, imperio de la ley, igualdad y racionalidad. Sin embargo, la realidad fue diferente. Occidente tiene virtudes, pero está lejos del ideal platónico. La “libertad” puede ser comprada por el capital. La “democracia” es, a menudo, una herramienta de las élites. Los “derechos humanos” suelen usarse para juzgar a otros más que para la autocrítica.
Con el tiempo, la desilusión reemplazó a la admiración. No sentimos ira, sino un silencio reflexivo. Muchos amigos coinciden: “Después de ir al extranjero, me volví más patriota”. Esto se debe, en parte, a la mejora de la patria. Pero, sobre todo, al descubrir que los grandes “ismos” que una vez inspiraron a nuestra generación han perdido relevancia.
La generación nacida en la década de 1960 en China ya no espera que algún país lidere al mundo hacia la luz. Sin embargo, seguimos defendiendo los valores en los que creemos, aunque nuestra voz sea pequeña. No estamos completamente decepcionados. Más bien, hemos despertado. Ahora caminamos con los pies en la tierra, conscientes de no repetir errores del pasado.
Como se suele decir, nuestra generación ya no busca un mundo perfecto, sino una realidad imperfecta. Y es precisamente al aceptar las imperfecciones del mundo que entendemos que siempre hay espacio para mejorar.