Exoesqueleto peruano pasivo para niños con parálisis cerebral

Un innovador exoesqueleto pasivo de rodilla, desarrollado en Perú, promete transformar la rehabilitación de niños con parálisis cerebral. Sebastián Barrutia, ingeniero biomédico peruano de 27 años, lidera este proyecto que ya se encuentra en fase de ensayos clínicos en el Instituto Nacional de Salud del Niño San Borja (INS San Borja). Esta innovación abre nuevas posibilidades para la rehabilitación pediátrica y fortalece la colaboración entre instituciones nacionales e internacionales.
Barrutia, tras completar su doctorado en Ingeniería Biomédica en la Universidad de Florida, regresó a Perú con la misión de crear soluciones tecnológicas accesibles para mejorar la movilidad infantil. La idea nació durante su formación en Estados Unidos, donde se especializó en biomecánica aplicada a dispositivos de apoyo para niños con discapacidad, enfocándose especialmente en pacientes con parálisis cerebral.

El exoesqueleto pasivo de rodilla, diseñado para niños y adolescentes de entre 1.30 y 1.65 metros de altura, destaca por su sistema mecánico sin motores, baterías ni resortes. Este diseño lo diferencia de los exoesqueletos motorizados, los cuales son más complejos y costosos. Fabricado con piezas impresas en 3D y materiales ligeros como fibra de carbono, el dispositivo se adapta al crecimiento infantil y ofrece una gran comodidad.
Según datos del INS San Borja, en pruebas preliminares con pacientes pediátricos, el exoesqueleto logró reducir hasta en un 20% el esfuerzo de la rodilla durante la marcha. Este beneficio es vital para la rehabilitación de niños con parálisis cerebral, al facilitar sus movimientos cotidianos y disminuir la fatiga muscular.

El desarrollo del exoesqueleto es resultado de la colaboración entre la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), que aporta infraestructura y estudiantes de ingeniería mecatrónica, el INS San Borja, responsable de los ensayos clínicos, y la experiencia adquirida en la Universidad de Florida, que ayudó a adaptar el protocolo de investigación a las necesidades locales. Esta sinergia fortalece la capacidad nacional para diseñar dispositivos médicos innovadores y formar profesionales en rehabilitación y biomecánica.
Actualmente, el exoesqueleto tiene una patente en trámite en Estados Unidos y alcanza un nivel avanzado de desarrollo tecnológico (TRL7). El equipo ajusta el protocolo clínico a los requerimientos del INS San Borja para comenzar las pruebas en condiciones reales y adaptar el diseño a las necesidades específicas de los usuarios.
Un punto destacado es su accesibilidad y bajo costo. Mientras que los exoesqueletos motorizados pediátricos pueden costar hasta 10,000 dólares por unidad, el modelo pasivo peruano cuesta alrededor de 1,000 dólares por pierna. Al eliminar componentes electrónicos y aprovechar la impresión 3D, el dispositivo se vuelve más fácil de fabricar y mantener, lo que permite su uso tanto en hospitales como en el hogar.
Sebastián Barrutia afirma: “Queremos que los niños con parálisis cerebral puedan caminar con mayor facilidad en su vida diaria. Nuestro exoesqueleto no utiliza resortes, baterías ni motores, lo cual lo hace mucho más accesible”.

El impacto esperado es que esta innovación no solo mejore la movilidad individual de los pacientes, sino que se integre en el sistema de salud pública peruano, facilitando su acceso en centros de rehabilitación en todo el país. Además, Barrutia aspira a posicionar al Perú como un referente en diseño y fabricación de soluciones biomecánicas, disminuyendo la dependencia de equipos importados y promoviendo la creación de laboratorios de prototipado y la formación de especialistas.
En suma, la creación del exoesqueleto pasivo de rodilla representa un avance tecnológico con alto potencial social, con la firme intención de mejorar la calidad de vida de los niños con parálisis cerebral en Perú y Latinoamérica.