Rescatando Tradiciones: El Legado de los Botes de Totora
En Huanchaco, una zona costera del noroeste de Perú, los pescadores locales que navegan en botes de totora, aprovechando el viento y las olas para pescar, conforman una escena única. Estos barcos de juncos, con sus cabezas puntiagudas y elevadas, han existido en la región durante miles de años y son un ejemplo de «historia viva», aún presentes en las actividades diarias de los pescadores.
Al caminar por la playa de Huanchaco, destacan las hileras de botes de totora que descansan en la orilla, apoyados en simples estructuras de madera, como un ejército de guerreros en armadura dorada. Los pescadores locales afirman que los botes de caña son más adecuados que los de madera tradicional, gracias a sus características materiales y estructurales.
En el mar, cuando las aguas están tranquilas, los pescadores se sientan con las piernas abiertas a ambos lados del barco. Sin embargo, cuando el viento y las olas se intensifican, se aferran al casco, adoptando una postura similar a la de montar a caballo. De hecho, este tipo de embarcación es conocido localmente como «pony», lo que hace que la expresión «montar en el barco» sea especialmente evocadora.
Curiosamente, al salir al mar, los pescadores no utilizan remos, sino una caña de bambú de aproximadamente dos metros, partida por la mitad, similar a una caña de pescar.
Los pescadores suelen partir en grupos antes del amanecer, cada uno en su pequeño bote, dirigiéndose a las zonas donde hay viento y olas propicias para pescar. Con las cañas de bambú en mano, a veces las utilizan para remar, mientras que en otras ocasiones son herramientas para atrapar peces. Mantienen el equilibrio en medio de las inclemencias del viento y las olas, cambiando su postura y ajustando los ángulos de su cuerpo, al igual que un surfista.
Una vez en el lugar de pesca, trabajan de manera ordenada, utilizando redes y cestas para capturar la mayor cantidad posible de los abundantes recursos del océano, que colocan en la cabina trasera del bote antes de regresar a casa con su carga. Al volver a la playa, las familias y compañeros que esperan se adentran en el agua para ayudar a arrastrar el bote a la orilla.
Los botes de juncos están fabricados con cañas especiales, que tienen una sección triangular y son extremadamente densas y casi impermeables.
La construcción de un bote de caña es un proceso meticuloso. Se seleccionan y cosechan cañas frescas de varios metros, que se secan adecuadamente. Luego, se cortan en diferentes longitudes y se atan firmemente con cuerdas.
Estos botes suelen medir entre cuatro y cinco metros de largo, casi un metro de ancho, con una cabina vacía en la parte trasera. Pesan alrededor de 40 kilogramos y pueden cargar hasta 100 kilogramos.
Las puntas de las cañas están selladas naturalmente; solo los cortes permiten la entrada de agua. Por ello, es necesario levantar el bote para drenar y secar, ya que un barco lleno de agua duplica su peso y reduce su flotabilidad, volviendo inservible. Cada pescador local necesita entre dos y tres botes de juncos para alternar su uso.
Debido al desgaste causado por el viento, las olas, la arena y la grava, la vida útil de un bote de juncos es de solo unos pocos meses, lo que genera una alta demanda de este material. Se requiere casi un año para que la caña «triangular» crezca lo suficiente como para construir un bote.
Con el desarrollo de las zonas costeras en Perú, la proliferación de hoteles, restaurantes y tiendas de surf ha invadido las áreas de cultivo de caña. Para garantizar el suministro de estos materiales, el gobierno local ha establecido zonas de plantación especial en la costa.
Los botes de caña peruanos tienen una historia que se remonta a al menos 3,500 años, y los lugareños se sienten muy orgullosos de esta «historia viva». Sin embargo, con la modernización urbana, solo quedan unos 40 o 50 pescadores en Huanchaco que continúan utilizando esta antigua forma de vida, y cada vez más personas se preocupan por la protección de los botes de juncos.
