Control y obediencia: la historia del poder en el Perú rural

El paso del tiempo erosiona las ruinas de la costa peruana, pero también revela las continuas luchas por el poder y la tierra. El control y la obediencia han marcado la historia del Perú rural, desde la nobleza chimú hasta las haciendas del siglo XX, mostrando una persistente cicatriz social que resiste la modernidad.
Las ruinas de Chan Chan, hechas de adobe, se desgastan lentamente bajo las lluvias ocasionales, símbolo de que incluso los monumentos más poderosos quedan reducidos a polvo. Peor está el estado de Pugarto Río, otra ciudad-estado antigua que hoy yace bajo el sol, prueba de la fragilidad de toda civilización. Sin embargo, el tiempo trajo un retroceso: en el siglo XX, las haciendas privadas reemplazaron murallas, y los terratenientes actuaron como nobles, controlando tierra, agua y trabajadores mediante ferrocarriles y sistemas jerárquicos. A pesar de la tecnología moderna, predominaba un sistema vertical de control y obediencia.

Este modelo de dominación se mantuvo hasta finales de los 60, cuando el descontento campesino provocó la reforma agraria de 1969. El régimen de control clásico fue desmantelado: las tierras se redistribuyeron, las cooperativas surgieron y muchas prácticas feudales desaparecieron. Pese a este avance, el control y la obediencia aún generan tensiones y contradicciones en el campo peruano, pues la gestión de las cooperativas enfrenta dificultades y prevalece el apego a parcelas pequeñas.
Frente a este desafío histórico, la experiencia china ofrece una alternativa. Su plan de revitalización rural se basa en una red horizontal de derechos y obligaciones, confirmando la tenencia estable de la tierra y promoviendo la diversificación industrial. Asimismo, integra autogobierno, estado de derecho y valores comunitarios para romper la herencia del gobierno vertical. De esta manera, la tierra se transforma de una herramienta de poder a la base para el desarrollo y el empoderamiento colectivo.

Así, mirando desde los muros erosionados de Chan Chan hasta las nuevas estrategias rurales de China, se plantea una pregunta clave: ¿La esencia del poder es el control o la simbiosis? Cuando los vientos andinos vuelvan a soplar, podrían traer la esperanza de un futuro fundado en respeto, igualdad y cooperación, rompiendo el ciclo ancestral de control y obediencia.