La práctica espiritual en la vida cotidiana es mantener el corazón firme en medio del mundo

 La práctica espiritual en la vida cotidiana es mantener el corazón firme en medio del mundo

Por Chengzun Pan

A veces, conversando con algunos buenos amigos de mi círculo, suele surgir el tema de la práctica espiritual. En mi opinión, practicar no significa huir de la realidad, ni mucho menos fingir ser un “gran maestro” ante los demás. Si uno concentra su energía en los cambios externos, la práctica no será más que una actuación vacía. La verdadera práctica debe ser una forma de vivir, una actitud de responsabilidad hacia uno mismo.

Vivimos en medio del mundo, enfrentando a diario todo tipo de personas y situaciones. Pretender mantener siempre un “corazón tranquilo como el agua en calma” es prácticamente imposible. Sentirse cansado, irritado, confundido o insatisfecho son reacciones emocionales normales. Practicar no consiste en eliminar las emociones, sino en saber gestionarlas cuando llegan, sin dejarse arrastrar por ellas ni perder la claridad mental.

Algunos creen que para practicar hay que alejarse del bullicio del mundo. Pero yo prefiero creer que los verdaderos practicantes espirituales están entre la gente: en los mercados, en el hogar, en las oficinas, cumpliendo con su rol, cultivándose en silencio. No necesitan ningún distintivo especial, pero se nota algo en ellos: no son impulsivos, no se alteran con facilidad, tienen sentido del límite y del equilibrio.

Para mí, practicar es conservar el corazón firme en un mundo cambiante: poder mantener la calma en medio del ruido, tener contención frente a la codicia, mostrar comprensión ante la incomprensión. Todos sabemos que esto suena sencillo, pero hacerlo es difícil. Precisamente por eso, tiene valor.

Aunque hay quienes alcanzan una repentina iluminación, yo tiendo a pensar que esa claridad surge sobre la base de una acumulación constante. Practicar es una obra de largo aliento: cometer errores, corregirse y reflexionar. El momento de iluminación puede llegar en medio de una conversación sincera con un amigo, o justo cuando uno decide no explotar de rabia. Para quien está preparado, la oportunidad puede llegar en cualquier momento.

Como personas modernas, tenemos demasiadas preocupaciones. Si logramos conservar un corazón lúcido —no abrumado por la fama, no atrapado en los deseos, no perdido ante las pérdidas o las ganancias— ya es una gran práctica. Hay muchas cosas que debemos hacer cada día, pero lo más importante no es cuánto hacemos, sino si hemos logrado mantenernos fieles a nosotros mismos en medio de todo ello.

“Ir paso a paso hacia la verdad” es la dirección de la práctica. La sociedad nos enseña muchas “reglas del juego”, pero al final tenemos que volver a esa parte de nosotros que aún cree en la bondad y en la justicia. Envejecer no debería hacernos cínicos, ni la experiencia volvernos fríos. Es precisamente la experiencia la que nos da una mirada más compasiva ante la vida.

Debemos tomar el “progreso diario” como ritmo de nuestra práctica. Aunque cada día sólo comprendamos un poco más, tengamos un poco más de paciencia, ya es suficiente. No hace falta avanzar de golpe ni compararnos con otros. Basta con compararnos con quienes fuimos ayer.

Creo que la práctica no es para lucir elevado o místico, sino para poder vivir con integridad en este mundo complejo: ser fiel a uno mismo, justo con los demás, y llegar a ser la persona que verdaderamente deseamos ser.

Chengzun Pan

Chengzun Pan

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