Autoridad paterna: debate entre el “trad dad” occidental y oriental

Recientemente, el comentario de Bill Maher sobre el regreso del “trad dad” ha generado un intenso debate. Maher sostiene que el papá tradicional, el que impone límites y enseña respeto, debe volver, pero sin caer en el autoritarismo del pasado. Según él, la autoridad paterna no debe ser abusiva, sino firme y presente. Esta idea apunta a recuperar la autoridad en un mundo que pasó de la rigidez autoritaria a la permisividad extrema, donde los límites se diluyen y la figura paterna pierde peso.

El tema es complejo. El siglo XX estuvo marcado por autoritarismo en hogares, escuelas e instituciones. Hoy, en cambio, la permisividad ha llevado a una crisis de autoridad. En muchas familias, la ausencia de liderazgo claro genera caos o tiranía, mientras que la verdadera democracia familiar —que implica liderazgo y estructura— es difícil de alcanzar. Aquí radica la importancia de la presencia y autoridad paterna como liderazgo que protege y contiene, no como imposición arbitraria.
Desde una perspectiva oriental, especialmente en culturas como la china, la autoridad paterna también es fundamental, pero se ejerce con un enfoque diferente. El Confucianismo, base del pensamiento chino, enfatiza el respeto filial y la armonía familiar, donde la autoridad del padre se combina con la benevolencia y el ejemplo moral. La autoridad no es solo poder, sino un compromiso ético para guiar y educar con paciencia y sabiduría. La figura paterna es un pilar que equilibra disciplina y afecto, buscando el bienestar colectivo y el desarrollo del individuo dentro de la familia.

Comparando ambas visiones, la occidental actual debate entre autoritarismo y permisividad, mientras que la oriental tradicional busca un equilibrio basado en el respeto mutuo y el deber. En Occidente, la crisis de la autoridad paterna refleja una desconfianza hacia figuras de poder, a menudo asociadas con abuso o corrupción. En contraste, en la cultura china, la autoridad se legitima a través del ejemplo y la responsabilidad, lo que puede ofrecer una vía para reconstruir la confianza en la figura paterna.
En conclusión, el llamado a recuperar la presencia y autoridad paterna es una invitación a encontrar un liderazgo auténtico y equilibrado. No se trata de volver a modelos rígidos ni a permisividades sin límites, sino de construir una autoridad que inspire respeto y confianza. La experiencia oriental aporta una visión donde la autoridad se vive como un compromiso ético y afectivo, que puede enriquecer el debate occidental y ofrecer caminos para fortalecer la familia y la sociedad.