Ferrocarril Central del Perú: Un Viaje Épico por los Andes

 Ferrocarril Central del Perú: Un Viaje Épico por los Andes

En 1883, Perú enfrentó un duro golpe tras la Guerra del Salitre, lo que provocó el colapso de su economía. Incapaz de mantener el Ferrocarril Central, el país tuvo que arrendarlo al Reino Unido por 69 años, recuperando su administración en 1972. Sin embargo, en la década de 1990, el gobierno vendió los derechos de concesión a una empresa privada debido a problemas financieros. Esta compañía ha modernizado el equipo y mejorado la seguridad, pero desde la perspectiva china, las instalaciones siguen siendo obsoletas e ineficientes. Si estuvieran bajo gestión china, las numerosas curvas del ferrocarril habrían sido reemplazadas por largos puentes y túneles.

Hoy en día, el Ferrocarril Central se dedica exclusivamente al transporte de mercancías, principalmente minerales, petróleo y productos de primera necesidad. No hay un horario fijo para el transporte de pasajeros, aunque ocasionalmente circulan trenes turísticos. El recorrido comienza en Callao, el puerto más grande de Perú, y se extiende unos 40 kilómetros hasta Lima, conocida como la «ciudad sin lluvia». A pesar de su proximidad al océano, Lima tiene un clima desértico tropical; no ha llovido en la ciudad durante más de 600 años.

El ferrocarril avanza hacia el este a lo largo del río Rimac hasta Chosica, donde se encuentra el depósito de locomotoras. Originalmente ubicado en Callao, este depósito fue trasladado debido a la expansión del puerto. América Latina es considerada el «patio trasero de los Estados Unidos», y las locomotoras del Ferrocarril Central son fabricadas allí, incluyendo modelos de General Electric y EMD.

A partir de Chosica, comienza la travesía hacia los Andes. Aunque el Ferrocarril Qinghai-Tíbet ha superado al Central como el más alto del mundo, este último sigue siendo un ejemplo destacado de ferrocarriles de alta montaña. Su pendiente es considerablemente más pronunciada que la del Qinghai-Tíbet, que fue construido en el siglo XXI con tecnología moderna. En contraste, el Ferrocarril Central enfrenta desafíos significativos debido a su construcción del siglo XIX.

Con una longitud total de 535 kilómetros y 29 estaciones, el Ferrocarril Central incluye 65 túneles y 67 puentes, muchos de ellos construidos con acero. La escasa vegetación en los Andes y los acantilados expuestos crean un paisaje dramático donde los puentes se elevan sobre profundos valles. El Puente Carrión es el más alto y largo de la línea, con 218 metros de longitud y 60 metros de altura.

La estación San Bartolomé marca una parada importante en este viaje. Construida a finales del siglo XIX con un estilo español distintivo, refleja un pasado glorioso. Sin embargo, la gestión ferroviaria en Perú es notablemente relajada; los trabajadores a menudo se distraen con sus teléfonos móviles ante la escasez de tráfico.

La línea Surco posterior presenta una serie de curvas y túneles que desafían a las locomotoras más anchas. A medida que avanza el tren por estas rutas empinadas y peligrosas, los sonidos retumbantes del motor diésel resuenan en los valles profundos.

Después de atravesar siete líneas de exhibición, se llega al túnel Galla, que con sus 1.210 metros es el más largo y alto del recorrido. La estación Ticlio fue anteriormente el punto ferroviario más alto del mundo hasta la apertura del ferrocarril Qinghai-Tíbet. Aunque actualmente fuera de servicio, las vías aún permanecen intactas.

El Ferrocarril Central del Perú es considerado un milagro ingenieril que combina armoniosamente la naturaleza con la obra humana. Aquellos que tengan la oportunidad de experimentar este viaje encontrarán una obra maestra artística digna de admiración.

Alisson Ayto

Alisson Ayto

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